
Por eso a las cinco quise volar. Y conté, faltaban tan solo tres minutos para este nuevo estilo, esta persona poco drástica que iba a salir de mi interior a defenderme.
No me reí, lo prometo. Cuando vi el reloj y eran las 5:01 me asombré. Ya no estaba tan enojada, mas bien era una molestia pasajera. Algo corto que se alejaría con el paso del tiempo, una sensación en la garganta, un grito contenido y nada más.
Ay, como miento a veces. Que idiota puedo llegar a ser. Que normal, que sumisa. Y que fácil se me da caer en la tristeza. Y hacerme la cabeza es un deporte nacional. Pero soy yo, ¿qué mas puedo pedir? ¿qué se supone que tengo que hacer? ¿Rogar? No quiero ir tan bajo, ser tan dependiente.
Ya eran las 5:30 y nada parecía cambiar. No estaba allí y el viento iba mas lento, el oxígeno se estancaba en el pulmón. Todo era mas dificil, todo me salía mal. ¿Y el sol? No, ese dejó de brillar cuando desapareciste, dejádome humillada. Soy aburrida cuando quiero, porque es mi manera de ser, y hay días en los cuales yo quisiera ser una bomba de tiempo.
Pum. Caigo otra vez. Me lo hizo de nuevo, ¿qué le vamos a hacer? No hay antídoto contra este veneno, y mi cabeza se envuelve mas y mas en esa niebla densa que se forma ahí en el rechazo. Y entonces chau al sol, al viento y a las lágrimas que se secan. Se derrumbó un mundo otra vez, pero sigo creyendo que es mentira, que todavía me quiere.
Me contradigo, porque no se lo que quiero. Las esperanzas van y vienen, como vos. Ya no es tan cómodo quererte, y cada día es distinto a tu lado. Hay tardes en las que una quisiera matarte. Y otras noches se te extraña tanto, amarte para siempre parece poco.
¿Soy yo o sos vos? No lo sé.
Cuando ya eran las 9 todo me daba igual.
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