19.10.12

Quema



Podría pasarse la vida entera contando tus pestañas. Tus pecas. Cada cabello de tu cabeza. O contar los segundos que tarda en recorrer tu piel de cobre con las yemas de los dedos. Esa sensación si que nunca se agota. Esa sensibilidad extrema en la punta de sus extremidades.
Es largo el camino a vos. Ella sabe que una vez que lo empieza no hay vuelta atrás, no hay retorno. Una vez dado el primer paso, no se puede desandar lo andado, y el único camino que queda es hacia adelante. Hacia ese adelante lleno de curvas, giros, pozos y charcos salados de lágrimas. El único miedo que hay en su corazón inquieto es el quedarse estancada, como en una arena movediza sin fin, entre el comienzo y el final, viendo como el calor de tus brazos está tan cerca, pero es inalcanzable, y el frío de su cama vacía a la vuelta de la esquina la atormenta. Los pasos no son fáciles de dar, hay como un peso extra en sus zapatos. Ese peso que le recrimina en cada metro que avanza, con voz mordaz y extremadamente parecida a la de su madre le cuestiona, interroga y hasta intenta convencer de que se quede quieta en su lugar. ¿Estás segura? ¿Estás feliz con el camino que elegiste? Ay, mamá, ¿no entendés que quiero sentir el calor de su abrazo? ¿Perderme en sus ojos? ¿Contar sus lunares? ¿Reírme con su risa? Ella prefiere sufrir el camino largo, estancarse en las arenas cada tanto, y ejercitar sus piernas en cada paso pesado que da sobre el asfalto. Su cama vacía y fría queda cada vez mas atrás, y va sintiendo como su corazón se va llenando de vida nuevamente. De calor; ese calor extraño y dulcemente sofocante que emana tu piel de cobre, que reacciona bajo sus yemas cuando la acaricia. Los últimos metros del camino son los mas oscuros, cuando muchas de las preguntas que se fue haciendo vuelven a emerger en sus pensamientos, y da los últimos pasos a ciegas, a tientas en la oscuridad de su cabeza. Ella sabe que solo tiene que pensar en tu sonrisa infinita para deshacerse de los pensamientos oscuros. Responderse a las preguntas interminables con un ‘ya veremos’ y dejarse caer en tus brazos, sabiendo que lo perdió todo, pero ganó mucho mas. Ya no le importa si va a doler el impacto, si será empujada nuevamente hacia su cama fría y vacía, o si se esfumará el abrazo cuando sus cuerpos entren en contacto.  

No importa nada porque su mente está en blanco, y las yemas de sus dedos se volvieron sensibles tocando tu piel de cobre, contando tus pestañas y tus pecas, separando cada cabello de tu cabeza.  Y ella sabe que no durará mucho, pero tampoco lo interesa esto. Se dedica al presente y siente, siente, siente..

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