2.9.08

Relato.

No me gusta vivir cuando el clima está así. El aire me pesa, la humedad me irrita el doble de lo común. Mis salidas matutinas, que generalmente se reducen a una larga vuelta alrededor del parque, se ven imposibilitadas, porque la niebla esconde todo de mi vista. Ya no me dan ganas de levantarme de la cama, y tengo esa necesidad de quedarme acostado, leyendo una buena novela, o mirando el techo lleno de hongos que flota sobre mi lecho. Subo las persianas, y veo un cielo blanco y sin vida, y esa blancura que es cortada cada tanto por uno que otro pájaro, es monótona y deprime a cualquiera. Sin embargo, existen en esos días esas ganas locas de sentarme en la escalinata de mi casa a ver la gente pasar. Saludar a los vecinos fumando un cigarrillo, con la corbata floja y la mirada perdida. Eso sucede pocas veces, porque la mayoría de los habitantes de este barrio humilde y hospitalario, duerme hasta tarde, y sale al mediodía, cuando yo ya estoy almorzando. Hago todo mas temprano que los demás. Fui el primero en todo, siempre. Ahora me aburro constantemente.
Hoy es un día de aquellos. Hoy es húmeda mi existencia. Las nubes llenan mi ventana, y las siento bajas, a punto de atraparme y llevarme con ellas. Solo escucho el desgarrante sonido del reloj de pared. Me inquieta el silencio que hay fuera de mi casa. Me inquieta que sea domingo, y que me pases a buscar. Son las 11 de la mañana, y no he comido nada. El estómago quiere salir de mi cuerpo, porque no da abasto con los nervios que cargo en mi interior. En 15 minutos vas a llegar, y tu vestido floreado, gastado y decolorado estará mas raído que nunca, así como tanto me gusta. Me muerdo las uñas que ya no tengo, esperando detrás de la puerta. Quiero escuchar el timbrazo corto que darás, quiero ver tu sonrisa y tus ojos grises. Tu pelo corto y blanco, así como el cielo que me tortura allá arriba. El cielo que me está esperando.
Cuando menos me lo esperaba, el timbrazo acontece, mi mano vieja llega al picaporte y abre la puerta. Puedo verte otra vez, puedo sentir tu perfume dulce, tu perfume de melón. Vas natural, porque gastás tu tiempo en cosas mejores, odiás maquillarte. Veo tu rostro, el de una jóven de 72 años que me pasó a buscar, vistiendo como siempre su vestido floreado, que solía ser naranja y blanco, y ahora es amarillo viejo, y gris. Me sonreís y me derrito.
Mientras me esperás, me calzo la boina que usaba en mi adolescencia (creo que me la regalaste vos), y me acomodo la corbata. Te devuelvo una sonrisa torcida y salgo, para no querer volver jamás.
Es domingo, el clima es pesado, mis horas se están volvando y el cielo me está esperando. Estoy en un banco en la plaza, te estoy viendo frente a mí. Se que no vas a volver más, pero te sonrío, porque no quiero perderte. Me olvido que ya te perdí hace varios años. La niebla te está ganando, y te está alejando de mí. Pero yo murmuraré un adiós gastado, porque mi voz no quiere sonar si no es para admirarte a vos, y a vos te dejó de admirar hace bastante. Vos, o mas bien el recuerdo que tengo de vos, no derramarás ni una lágrima, te mantendrás fuerte en la lejanía, mientras yo me saco la boina y te veo partir una vez más... como todos los domingos, cuando a las once y cuarto decido ir al parque a revivir mis antiguas memorias.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bitch!

lpqtp!... me re gusto el relato

joder! TT-TT casi me haces llorar... eres una maldita bitch!

te amo!

Nurvera dijo...

Lo escribiste vos?