
Ya lo conoció, en misa, como solía conocerse la gente de ese pueblito. Le pareció agradable, sin duda alguna. E increíblemente lindo. Simpático. Tan común. Tan decadente. Por eso simplemente le sonrío, mas se alejó con los ojos en blanco, a un paso mas rápido del debido. No miró atrás a ver a su futuro esposo, no quería sentir nada en aquel momento. Con malhumor se subió al auto, pisando sin querer en el barro, ensuciando sus zapatos blancos de tacón. Maldijo por lo bajo, y le pidió a su papá que arrancara de una buena vez. Por la ventanilla vio como el, alto, bien vestido y con su sonrisa encantadora, la saludaba con un ademán de mano.
Y ella corrió la mirada, cortante.
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