1.8.11

Volvió a mí la necesidad del relato.

Nunca le hablé a Violeta, porque siempre le tuve algo de miedo. Bueno, en realidad no se si miedo es la palabra para describirlo. Es ese sentimiento extraño que te causan algunas personas, no? Eso que te aleja, como una necesidad de correr lejos cuando la ves venir. Mirar sus ojos verdes me da escalofríos.
Rechazo. Eso es. Violeta siempre me causó rechazo. Hasta cuando era una nena, y la veía correr atolondrada por las veredas. Entonces yo corría la cortina y me enfrascaba en mi lectura. Entonces yo hacía oídos sordos a sus risas infantiles. Y agradecía (tal vez amargamente) el no tener hijos.
Y cuando creció, odiaba sus llegadas a las 6 de la mañana. Violeta alteraba la quietud de la cuadra, y mi casa, que queda justo enfrente de la casona de Santa Rosa donde ella vive, no parecia lo suficientemente segura.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

firma: la vieja chismosa que mira a la pobre violeta por la ventana

M I C A dijo...

exacccctamente

Christian Libo dijo...

esto viene de alguna seguidilla? jajaja salta Violeta