21.5.13

Y te acuestas a mi lado una vez mas, tu perfume lo invade todo.

Amanezco tarde, como nunca hago. Las frazadas me pesan. El aire está viciado.
Afuera el día sigue sin mi, como si yo no existiera. Es cierto eso, el día continúa sin mi, y yo estoy acá en la cama, sin querer salir. Y entonces entra un rayito muy muy muy débil de luz solar, que lo ilumina todo muy muy muy suavemente. El cuarto aparece un poquito mas brillante ante mis ojos, y el reloj marca las 11.
Salgo, es hora de salir.
Abro la puerta, me asomo. La casa está en silencio. Solo el ruidito que hace la heladera. Vacía, claro, es sábado. Sólo ese ruidito y yo. Yo, con el rayo de luz solar muy débil marcado en mis ojos, con las manos pálidas y los pies cansados. Yo, con ánimos por el piso, en esta casa que me queda demasiado grande y que está vacía. El rayito se extingue en mi mirada, porque no hay mas nada que iluminar allí. El brillo se apaga, el reloj da las 11 y 40.
40 minutos desde que me levanté, y no hice nada productivo.
Sólo respirar.
Respirar ese aire viciado de mi habitación. Porque duermo con la puerta cerrada, claro.

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